viernes, 1 de mayo de 2009

Cuidado con la DEFLACION

He visto a Don Leopoldo Abadía en el programa de Buenafuente, y me ha entrado el miedo de verdad.

Y es que el tema de la deflación es muy peligroso. Ahí es donde puede empezar la verdadera crisis. Si los precios caen demasiado, al final el desastre puede ser imparable. Porque, queramos o no, son los precios los que pagan los sueldos.

Puede ser que también caigan otros, como los intermediarios abusones... no, esos no se van ni con agua caliente y lejía.
Y es que pienso que son esos especuladores de mierda los que lo están guarreando todo. Está claro que una empresa no es una ONG, sino un medio de ganar dinero. Hay que olvidarse de las empresas personales o familiares, porque desgraciadamente esos valores no tienen valor (valga el juego de palabras) a día de hoy.

Lo único que comparto con los políticos, de todos los países, es que el pesismismo no es la mejor receta en estos tiempos. No podemos dejarnos llevar por el pánico, porque si no la cosa nunca irá a mejor. Hay que pensar en positivo y creer en los demás.
Y es que en todas las épocas han habido y habrá en el futuro quienes no tengan escrúpulos en matar la gallina con tal de que de todos los huevos de oro que pueda aunque reviente. Nadie piensa en reproducir la gallina, y con una producción de huevos regular, se pueda vivir bien. No, hay que exprimir lo que de jugo, y así sacar el máximo partido, aunque sea a costa de reventarlo todo.
Bueno, pues ya ha reventado. Ayer mismo me comentaba un hombre de más de 50 años que jamás en su ajetreada vida laboral había visto una crisis como ésta. Y lo dice un hombre que ha pasado más de un apuro, que ha tenido que pedir dinero para dar de comer a sus tres hijas, y que ha ido de un trabajo a otro aguantando los abusos de los empresarios que se aprovechan de los que están desesperados.

A pesar de todo, las relaciones comerciales se hacen en base a la confianza en los demás. Si no existe confianza, no hay manera de continuar. Me parece que es el momento de olvidarse de la confianza y establecer unas reglas que garanticen el comercio libre pero no libertino. Es decir, que quien haga una fechoría que la pague bien pagada.