lunes, 18 de abril de 2011

Telefónico soy, ¿y qué? A eso me dedico.

El título de la canción de El Koala era "hortelano", pero yo soy telefónico. Lo voy a decir más claro, soy empleado de Telefónica de plantilla desde junio de 1988. Es decir, llevo en este momento 23 años trabajando en Telefónica.

Durante este tiempo, mi trabajo ha sufrido cambios sustanciales y en otras cosas no ha cambiado apenas. Soy lo que se puede resumir como "técnico de mantenimiento". Antes hubo varias especialidades que hoy están unificadas, por lo que mi trabajo es polifuncional y polivalente.

Pero lo que ocurre es que en este momento Telefónica está abandonando su plantilla de técnicos para subcontratar el trabajo de mantenimiento con empresas externas. Esas empresas acaban a su vez sub-contratando a otras que son las que realmente ponen el personal en la calle. ¿Qué personal? Pues personal que cobra poco y trabaja mucho. La cualificación no importa, porque en teoría el técnico no tiene que tener conocimientos técnicos. Se reduce a ser una especie de robot que va adonde le dicen que tiene que ir y hace lo que le dicen que tiene que hacer.

Ese 20% que telefónica quiere despedir en unas condiciones u otras, al final es despedirlo. Y van a ir 2 años al paro, además de cobrar una serie de indemnizaciones. O sea, que durante 2 años van a comer del Estado Español, que somos todos, los que pagamos los impuestos.

¿Con qué fin? Con el fin de que la empresa produzca más beneficios. Y de paso, elimino la normativa de protección laboral que protege actualmente a los trabajadores de los desmanes de los directivos.

Y es que en los últimos diez años, esto ha sido un cachondeo. Hemos cambiado de nombre y de actividad al menos 7 veces, eso sí, nunca hemos dejado de hacer lo mismo. Se ha derrochado dinero en una serie de "inventos" informáticos y organizativos pretendiendo ponerle el cascabel al gato, pero no han encontrado al gato y por supuesto el cascabel costaba el triple que lo presupuestado.
Y es que quien trabaje en una empresa de mantenimiento sabe de qué hablo. Una empresa de producción de lo que sea (cualquier taller o fábrica) tiene una manera sencilla de controlar el rendimiento de un trabajador, y es el número de unidades que produce de lo que sea.

Sin embargo, en una empresa de mantenimiento ¿cómo se computa la productividad? ¿Es más productivo el que más averías soluciona o el que las soluciona mejor? ¿Y si la avería se repite, es productivo o no? ¿Y si la repetición de la avería no es responsabilidad del trabajador sino por circunstancias aleatorias, o del cliente? ¿Y el desplazamiento hasta el lugar de la avería? ¿Y los centros de teleatención que deben "guiar" las acciones del técnico, tienen productividad o no?
Todo esto es muy complicado, pero se puede controlar razonablemente. Pero claro, lo razonable suele brillar por su ausencia. De este modo, del modo irracional, se establecen contabilidades absurdas, se carga el precio de los repuestos como si de otro material se tratara, sin valorar a priori si es la calidad del fabricante la causante del problema, si es la mala gestión del personal que controla la red, si es un mal diagnóstico inicial de la avería, o si es una mala manipulación por parte del técnico, que no sabe lo que debe hacer...

El caso es que hay un clima de preocupación por un lado ("nos vamos a la cola del paro cualquier día") y por otro lado de cabreo ("esto no es lo que era y lo han destrozado todo por dinero") además de la sensación de que lo que menos importa es el cliente. Al cliente que le den morcilla siempre que pague. Y si es de los que paga mucho, alfombra roja, y si es una PYME de tres al cuarto, pues ni caso que hay muchas. Todo esto junto da la sensación de que es un barco que se hunde, y se mantiene a flote nadie sabe cómo.

Y eso que la alta dirección viene diciendo desde hace 15 años por lo menos que en un mercado competitivo, el negocio de la telefonía fija es deficitario. Pero a pesar de ello, sigue en números negros. Aún no ha entrado en números rojos. ¿Por qué? Pues porque la red de telefónica soporta al resto de operadoras que están obligadas a pagar unas cuotas por usarla. Estas cuotas las fija la CMT y no Telefónica, y todas pagan por igual e incluso se pagan entre ellas cuando se tercia. Pero como las otras operadoras tienen mucha menos infraestructura y además no les interesa montar nada adonde no haya una alta densidad de población, por narices tiene que recurrir a la red de Telefónica. Resultado: esos ingresos son los que mantienen el negocio fijo a flote.

Además todos sabemos que la telefonía fija está llegando a su fin, ya que la telefonía móvil ya es capaz de dar los mismos y mejores servicios sin cable. Lo que ocurre es que nadie quiere invertir en una red que debería ser al menos 100 veces mayor de lo que es hoy para absorber toda la capacidad del tráfico de Internet por la red móvil. Eso es muchísimo dinero y nadie está en disposición de tirar la casa por la ventana, para que luego la cosa no sea rentable. Ahora mismo lo que funciona es 3,5G o sea UMTS-HSDPA y la 4G o LTE tardará mucho en llegar, al menos un par de años mientras se definen los estándares. Mientras tanto, todos están al acecho de lo que hace el enemigo.

Con todo este clima de incertidumbre, cuando se habla de ERE los más viejos del lugar, que están ya hartos de cambiar de tecnología cada dos por tres, y de sistema de trabajo cada cuatro por dos, si su señora trabaja o está también en puertas de una posible prejubilación, ven el ERE como agua de Mayo para salir de tanto lío  y tanta incertidumbre.
Los hay que tienen negocios familiares, tiendas, talleres, etc. A esos les viene el ERE que ni de perlas porque pueden seguir trabajando en su trabajo B tranquilamente y a plena jornada.

Pero esos son una MINORIA. La mayoría sólo tenemos esto. Y si nos echan por las buenas (sin prejubilaciones ni ERE ni nada) nos echaremos a la calle a buscar trabajo en donde sea. Eso es lo que hay. Y lo sabemos, porque aunque algunos vivan en su microcosmos privado, muchos tenemos familiares que están sufriendo el mundo laboral actual en sus carnes y nos lo cuentan. Así que sabemos lo que nos espera.