jueves, 29 de julio de 2010

España, campeona del mundo de futbol

No me gusta el fútbol en general, porque me aburro. Pero es cierto que he seguido los pasos de la selección española y me he alegrado, como es lógico, de que hayan ganado el mundial.

Porque, el mundial lo han ganado ellos. No nosotros, sino ellos, los que han jugado y han resistido las marrullerías y los palos que les dieron los holandeses. Los que han mantenido a raya a los alemanes, y los que perdieron contra los suizos y no perdieron los nervios.

Y lo han hecho con estilo, con limpieza, con trabajo. Sin aspavientos ni horteradas, ni goles espectaculares. Que el gol no llegaba, bien, pues a intentarlo otra vez.
Si analizamos el deporte español, lo que mejor se nos da es eso. Somos cabezotas, somos empecinados. Y seguimos erre que erre, aún cuando dudemos de nuestras propias fuerzas o habilidades.
Recuerdo los partidos de tenis entre Steffi Graf y Arancha Sánchez Vicario. La Steffi, sea lesbiana o no, que no me importa, aun perdiendo se abrazaba a ella con cara de admiración. Y es que la española, ganara o perdiera, seguía yendo tras cualquier bola que llegara. Como fuera, a veces de cualquier manera. Pero si llegaba y entraba el tanto, el tanto cuenta lo mismo que uno bonito.
Y siguiendo con el tenis, Rafael Nadal es otro ejemplo de nuestro estilo. A pesar de como vaya el peor de los partidos, Rafa sigue intentando cazar todas las pelotas que le llegan.

Como estos, conozco ejemplos que veo cada día, en mi trabajo y en mis alrededores, de gente que sigue sudando la camiseta y hasta en la foto del carnet. A veces sin sentido, sin remedio, para nada. Pero la tenacidad es una de nuestras virtudes.

Y me pregunto, ¿hasta cuando vamos a dejar de mirarnos a nosotros mismos como si fueramos de otro planeta? Somos humanos, como los demás. Si otros pueblos tienen otros defectos y otras virtudes, nosotros tenemos las nuestras. Lo que tenemos que hacer es aprovecharlas.

Ahora me viene a la cabeza la figura de Severo Ochoa. Otro ejemplo de trabajo y cabezonería ibérica, de seguir hasta conseguirlo, incluso con instrumentos de segunda clase, con pocos medios, pero seguro de que lo que hacía merecía la pena el esfuerzo... o no. Pero siguió y siguió hasta que finalmente la comunidad científica del momento no tuvo más remedio que rendirse a lo que se les demostraba.
Y la escena final de la película de Alatriste y la frase: "Señor, agradecemos sus palabras, pero esto es un tercio español". O sea, que estamos hechos candela, pero aquí nos quedamos, mientras quede uno en pie. Porque somos cabezotas, de resistencia numantina.

Así que somos campeones del mundo, y hemos llegado a base de currar, de perseverar y de cabezonería.
Y después, fueron ejemplares hasta para la juerga. Nada de hacer burradas, sino alegría sencilla. Porque son lo que dijo don Vicente (del Bosque): buena gente. Lo que antes se decía gente de bien. Incluido él mismo, con su parquedad castellana, sin una palabra más de la cuenta.

Viva esta España, la de los que trabajan y no se rinden fácilmente.

Vueltas al ruedo con los toros

No me gustan los toros.

No me gusta lo que pasa en una corrida: unos hombres vestidos muy raro, se ponen delante de un toro, ocultándose tras unos trozos de tela basta, utilizándolos para despistar al animal. En un momento dado, uno de los hombres que va a caballo, le clava una lanza al toro en el lomo, lo que le provoca una generosa hemorragia. La sangre chorrea manchando la arena.

Despues, los hombres siguen esquivando al toro usando la pieza de tela que lleva cada uno. En otro momento, sacan unos arpones cortos, y le clavan 3 pares al toro en el lomo, cerca de la herida anterior de la lanza. El toro se revuelve cuando nota el pinchazo. Intenta quitárselos, pero no puede. Las puntas de los arpones están diseñadas para que no puedan salir fácilmente. Ahí se quedan, provocando dolor y haciendo chorrear más sangre.

Algunos toros intentan huir, saltan la barrera y corren por las gradas o por el pasillo tras la barrera, provocando el pánico de unos y otros, e incluso a veces hace daño a alguna persona.Algunos toros intentan huir, saltan la barrera y corren por las gradas o por el pasillo tras la barrera, provocando el pánico de unos y otros, e incluso a veces hace daño a alguna persona.

Y entonces uno de los hombres cambia su trozo de tela rosa por una cara y amarilla por la otra, por uno rojo más pequeño, y coge una espada.

El público aplaude al hombre cuando el toro pasa junto a él, fallando la embestida, y si tiene la postura y lo ha hecho adecuadamente, el público lo vitorea. Tras repetir una y otra vez la operación, finalmente el toro está agotado por la sangre que ha ido perdiendo en todo este tiempo, y no se mueve a menos que se le incite a hacerlo.

Entonces, el hombre se para frente al toro, apunta su espada horizontalmente, y agita el trapo rojo, incitando al toro a embestirle, lo que aprovecha para clavar su espada sobre el maltrecho lomo del toro, y si lo hace bien, el toro queda herido de muerte y comienza a agonizar. A veces va caminando hacia la barrera, buscando refugio inútilmente. Finalmente, su debilidad es tan grande que sus patas se doblan y se queda echado en el suelo.
Entonces uno de los hombres se acerca y con un cuchillo corto, le da una puñalada justo detrás de los cuernos, lo que hace que el toro de un respingo y quede tumbado de costado, estirando las patas en un último espasmo de muerte.
Todo esto mientras el público vuelve a aplaudir y vitorear al hombre, al torero, al matador, por lo que ha hecho.

Pero, ¿qué es lo que ocurre aquí? Pensemos con frialdad, como si fueramos marcianos que lo vemos por primera vez a traves de un telescopio.
Lo que ocurre aquí es que unos humanos pagan dinero para ver un espectáculo en el que otros seres humanos arriesgan su vida delante de un animal al cual finalmente dan muerte de manera manual. Es el mismo tipo de animal que matan para alimentarse en unos lugares llamados mataderos.

Por favor, si por algo habría que prohibir las corridas de toros, no es por el maltrato al animal (que lo hay, porque para matarlo se le puede matar de modo indoloro; y para torearlo con arte no hace falta llegar a matarlo, ni clavarle nada).

Por lo que habría que prohibir o reformar las corridas de toros es porque UN SER HUMANO PONE EN PELIGRO SU VIDA para que otros disfruten de un espectáculo, y además con ánimo de lucro del mismo y de otros.

Es decir, esto es un suicidio controlado y premeditado, y es lo que les espera a muchos matadores. También muchos llegan a viejos, y en un momento dado se retiran. Y se retiran porque saben que el toro les matará si no están en plenas condiciones físicas.

Así que me pregunto si a los empresarios de las plazas de toros y a los representantes de los toreros se les podría acusar de incitación al suicidio, de homicidio premeditado o como sea el término legal.
Porque promueven un negocio en el que lo que se arriesga es la vida del hombre. Y la emoción radica en el peligro, en si el hombre morirá o no. El toro siempre o casi siempre termina muerto. El hombre algunas veces.