jueves, 28 de abril de 2011

El tomillo de El Tomillar

Vivo en el Puerto de la Torre, y lo primero es decir que esto no es un pueblo, sino un barrio de Málaga que como Churriana o Campanillas estaba alejado del casco urbano de la capital pero dentro del municipio, o sea que tenemos el mismo Ayuntamiento que los que viven en calle Larios.

Bueno, pues desde que vine a vivir aquí, he ido haciéndome con los nombres de los barrios del Puerto de la Torre, por decir algunos, Fuente Alegre, Orozco, Morillas, Santa Isabel, Puerto Sol, y cerca de donde vivo El Tomillar y Los Tomillares.
Todos ellos son los nombres de las fincas originales en las cuales se hicieron parcelaciones y en los ultimos años del siglo XX se fue construyendo, en unos casos por parcelas que cada cual compró y construyó como pudo, y en otros por constructoras, promotoras y etcétera.

Pero como soy de los que la curiosidad mata, como a los gatos, no pude por menos que escamarme, que era eso de "El Tomillar". La lógica más elemental hacía pensar en  una finca baldía o poco aprovechable y por lo tanto el tomillo silvestre campaba a sus anchas.

Y he aquí que un día, nos fuimos de campo con la familia. Y alguien hizo unos filetitos de cerdo con tomillo. Para ser más concreto, de cinta de lomo. Y ahí me vino ese recuerdo de la infancia y de mi abuela haciendo los filetitos para ir al campo, y echando tomillo silvestre, arrancadas unas ramillas del lugar adonde estábamos. Ese era para mí "el olor del campo" en verano, cuando todo está amarillo y el tomillo y el romero y otras "matas" siguen verdes. Lo recordaba perfectamente, ese olor especial de mi niñez.

Y me pregunté, ¿dónde estará el tomillo del tomillar? Pues... no voy a decirlo. Pero a base de buscar, lo encontré. Y en primavera y en otoño se le ve florecido por las laderas de los montes. Y no digo más. Solo digo que en El Tomillar hay tomillo.

Y digo que por favor, si ven una mata de tomillo, o de romero, por favor NO LA ARRANQUEN. Si quieren se llevan unas ramitas, pero no todo. Dejen algo para que siga creciendo, antes de que venga una constructora y haga otro mazacote de adosados o un bloque de pisos.
Mientras que eso ocurre, dejen que el tomillo y el romero crezcan por los montes en paz. A ver si nuestros nietos lo ven en el campo.

lunes, 18 de abril de 2011

Telefónico soy, ¿y qué? A eso me dedico.

El título de la canción de El Koala era "hortelano", pero yo soy telefónico. Lo voy a decir más claro, soy empleado de Telefónica de plantilla desde junio de 1988. Es decir, llevo en este momento 23 años trabajando en Telefónica.

Durante este tiempo, mi trabajo ha sufrido cambios sustanciales y en otras cosas no ha cambiado apenas. Soy lo que se puede resumir como "técnico de mantenimiento". Antes hubo varias especialidades que hoy están unificadas, por lo que mi trabajo es polifuncional y polivalente.

Pero lo que ocurre es que en este momento Telefónica está abandonando su plantilla de técnicos para subcontratar el trabajo de mantenimiento con empresas externas. Esas empresas acaban a su vez sub-contratando a otras que son las que realmente ponen el personal en la calle. ¿Qué personal? Pues personal que cobra poco y trabaja mucho. La cualificación no importa, porque en teoría el técnico no tiene que tener conocimientos técnicos. Se reduce a ser una especie de robot que va adonde le dicen que tiene que ir y hace lo que le dicen que tiene que hacer.

Ese 20% que telefónica quiere despedir en unas condiciones u otras, al final es despedirlo. Y van a ir 2 años al paro, además de cobrar una serie de indemnizaciones. O sea, que durante 2 años van a comer del Estado Español, que somos todos, los que pagamos los impuestos.

¿Con qué fin? Con el fin de que la empresa produzca más beneficios. Y de paso, elimino la normativa de protección laboral que protege actualmente a los trabajadores de los desmanes de los directivos.

Y es que en los últimos diez años, esto ha sido un cachondeo. Hemos cambiado de nombre y de actividad al menos 7 veces, eso sí, nunca hemos dejado de hacer lo mismo. Se ha derrochado dinero en una serie de "inventos" informáticos y organizativos pretendiendo ponerle el cascabel al gato, pero no han encontrado al gato y por supuesto el cascabel costaba el triple que lo presupuestado.
Y es que quien trabaje en una empresa de mantenimiento sabe de qué hablo. Una empresa de producción de lo que sea (cualquier taller o fábrica) tiene una manera sencilla de controlar el rendimiento de un trabajador, y es el número de unidades que produce de lo que sea.

Sin embargo, en una empresa de mantenimiento ¿cómo se computa la productividad? ¿Es más productivo el que más averías soluciona o el que las soluciona mejor? ¿Y si la avería se repite, es productivo o no? ¿Y si la repetición de la avería no es responsabilidad del trabajador sino por circunstancias aleatorias, o del cliente? ¿Y el desplazamiento hasta el lugar de la avería? ¿Y los centros de teleatención que deben "guiar" las acciones del técnico, tienen productividad o no?
Todo esto es muy complicado, pero se puede controlar razonablemente. Pero claro, lo razonable suele brillar por su ausencia. De este modo, del modo irracional, se establecen contabilidades absurdas, se carga el precio de los repuestos como si de otro material se tratara, sin valorar a priori si es la calidad del fabricante la causante del problema, si es la mala gestión del personal que controla la red, si es un mal diagnóstico inicial de la avería, o si es una mala manipulación por parte del técnico, que no sabe lo que debe hacer...

El caso es que hay un clima de preocupación por un lado ("nos vamos a la cola del paro cualquier día") y por otro lado de cabreo ("esto no es lo que era y lo han destrozado todo por dinero") además de la sensación de que lo que menos importa es el cliente. Al cliente que le den morcilla siempre que pague. Y si es de los que paga mucho, alfombra roja, y si es una PYME de tres al cuarto, pues ni caso que hay muchas. Todo esto junto da la sensación de que es un barco que se hunde, y se mantiene a flote nadie sabe cómo.

Y eso que la alta dirección viene diciendo desde hace 15 años por lo menos que en un mercado competitivo, el negocio de la telefonía fija es deficitario. Pero a pesar de ello, sigue en números negros. Aún no ha entrado en números rojos. ¿Por qué? Pues porque la red de telefónica soporta al resto de operadoras que están obligadas a pagar unas cuotas por usarla. Estas cuotas las fija la CMT y no Telefónica, y todas pagan por igual e incluso se pagan entre ellas cuando se tercia. Pero como las otras operadoras tienen mucha menos infraestructura y además no les interesa montar nada adonde no haya una alta densidad de población, por narices tiene que recurrir a la red de Telefónica. Resultado: esos ingresos son los que mantienen el negocio fijo a flote.

Además todos sabemos que la telefonía fija está llegando a su fin, ya que la telefonía móvil ya es capaz de dar los mismos y mejores servicios sin cable. Lo que ocurre es que nadie quiere invertir en una red que debería ser al menos 100 veces mayor de lo que es hoy para absorber toda la capacidad del tráfico de Internet por la red móvil. Eso es muchísimo dinero y nadie está en disposición de tirar la casa por la ventana, para que luego la cosa no sea rentable. Ahora mismo lo que funciona es 3,5G o sea UMTS-HSDPA y la 4G o LTE tardará mucho en llegar, al menos un par de años mientras se definen los estándares. Mientras tanto, todos están al acecho de lo que hace el enemigo.

Con todo este clima de incertidumbre, cuando se habla de ERE los más viejos del lugar, que están ya hartos de cambiar de tecnología cada dos por tres, y de sistema de trabajo cada cuatro por dos, si su señora trabaja o está también en puertas de una posible prejubilación, ven el ERE como agua de Mayo para salir de tanto lío  y tanta incertidumbre.
Los hay que tienen negocios familiares, tiendas, talleres, etc. A esos les viene el ERE que ni de perlas porque pueden seguir trabajando en su trabajo B tranquilamente y a plena jornada.

Pero esos son una MINORIA. La mayoría sólo tenemos esto. Y si nos echan por las buenas (sin prejubilaciones ni ERE ni nada) nos echaremos a la calle a buscar trabajo en donde sea. Eso es lo que hay. Y lo sabemos, porque aunque algunos vivan en su microcosmos privado, muchos tenemos familiares que están sufriendo el mundo laboral actual en sus carnes y nos lo cuentan. Así que sabemos lo que nos espera.

domingo, 17 de abril de 2011

Semana Santa

Ha vuelto otra vez. Y otra vez me he perdido la procesión de la cofradía del Puerto de la Torre, la de la Dolores del Puerto, como siempre por circunstancias ajenas a mi voluntad.
Tenía curiosidad, interés cultural si se quiere, porque la verdad esto no lo entiendo. Y lo he mamao desde que nací, porque bajo el balcón de la casa que mi abuela tenía alquilada en calle Peregrinos ponían el tinglao del Chiquito (cristo de la Misericordia, en la iglesia del Carmen del Perchel). Pero jamás me ha dado por ser cofrade. Tengo amigos, familiares y conocidos que, unos mas y otros menos, han entrado en el tema, unos por sacar el trono en los tiempos en que se iba con traje y el pelo engominado, otros han salido de nazarenos desde muy pequeños (mi prima, con 2 años los pañales puestos bajo la túnica, haciendo un bulto enorme).
Pero no lo entiendo.
Y que conste que me emociono, habría que ser de piedra para no emocionarse ante el derroche de trabajo, fatiga y sufrimiento, desde el que trabaja el esculpido en el trono hasta el que lo lleva durante horas, machacándose el hombro. Los nazarenos no me emocionan tanto, un poco sí, pero no sé de dónde sale la extraña fuerza que impulsa a las personas a hacer las cosas. Porque ir con un capirote y una túnica durante unas cuantas horas, aunque no acabes el recorrido, tiene miga.
Pero no lo entiendo. Para mí, es todo absurdo.
Y el derroche de dinero, desde la cuota que se paga a la cofradía hasta los hilos de oro de los bordados, las bocinas, los bastones, caramba, con todo ese dineral se rescataba un país entero de la miseria. O se les enseñaba a pescar a unos cuantos pobres para que al menos supieran conseguir algo de comer.
Y lo entiendo menos aún.
Qué desperdicio de energía, si en vez de pasar tantas horas bajo un trono para llevar una estatua, se invirtieran en una ONG para ayudar a alguien necesitado, a lo mejor tenían sentido.
Y todos los años los mismos rituales en orden estricto, horas, minutos y segundos, una y otra vez, un año y otro. Es una tradición. Pero mucho me temo que nadie sabe ya porqué hace lo que hace. Nadie se lo piensa, se hace y punto. Es la costumbre. Sí, es nuestra cultura, igual que el espeto de sardinas o el zoque, o la porra antequerana, o el ajoblanco. El McDonald's aún no ha podido con eso, igual que en estos días el de la acera de La Marina se pone hasta los topes. Esto es increible, pero cierto.

Y es que la humanidad es absurda, ni más ni menos. No hay otro calificativo. Se hacen las cosas por que sí, no hay motivos que expliquen lo que pasa. Porque no tienen explicación. No hay raciocinio, hay un instinto que algunos caraduras aprovechan, unos de una manera y otros de otra.