viernes, 22 de octubre de 2010

Que sorpresa lo del palmeral

Qué se podía esperar de este ayuntamiento de Málaga que sufrimos todos. Poner un palmeral en plena plaga del  escarabajo picudo rojo, que se puede ver sus efectos por toda Málaga, es como mínimo de poco inteligentes, si no de idiotas. Podrían haber puesto unos naranjos que son más duros que el carburo, que diría un castizo.

Pero la verdadera sorpresa ha venido con la verja del puerto, que no solo no desaparece, sino que se multiplica. Era muy raro que desapareciera, por sentido común. Antes de eso, hay que separar el puerto comercial del puerto deportivo y de recreo. El puerto comercial tiene que estar vallado para proteger las mercancías por un lado y para controlar los accesos por otro. El puerto lúdico-deportivo puede estar abierto a la ciudad siempre que lo que circule entre el mar y tierra no sean mercancías o mercaderías de cualquier tipo, sea sospechoso o no.

Lo que no me explico es la costumbre cínica de decir una cosa y luego hacer otra. Y encima esperan que alguien aplauda sus acciones (o inacciones). Claro, los lameculos de turno sí que lo hacen. Siempre hay esbirros dispuestos a hacer lo que se les diga, a cambio de algo, claro. Pero la opinión pública, que es la nuestra, la de los malagueños, se queda con los ojos como platos. Luego se encoge de hombros y sigue con sus problemas diarios, pensando en que esa millonada en palmeritas y otras paridas del alcalde se la podría haber gastado en urbanizar unas cuantas calles de los diseminados del Puerto de la Torre o de Campanillas, o cualquier otro distrito. Por ejemplo.

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