lunes, 18 de mayo de 2009

Heridas ferroviarias

Estoy cansado de que cada vez que se publica en el periódico de turno algún artículo acerca del soterramiento de las vías del ferrocarril en Málaga, se diga que las vías son "una herida" o "una cicatriz".

La cicatriz que lleva esta ciudad a sus espaldas es la de los políticos hipócritas que han gobernado el Ayuntamiento, que en 144 años sólo han hecho un único puente sobre las vías.

Porque este ferrocarril funciona desde el 15 de agosto de 1865, fecha en que se inaugura la línea Málaga-Córdoba de la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces.
Es decir, hace 144 años, la vía del tren iba por donde ahora mismo va. En ese momento no era una "herida" porque el casco urbano de Málaga no llegaba ni por asomo adonde llega ahora, y lo que en este momento es el Parque Mediterráneo no era más que una plantación de caña de azúcar. Desde ahí hasta Huelin no eran más que huertas, y en Huelin lo que había eran las casas de los pescadores y las industrias que se habían ido asentando por allí.
Y sin contar la vía de los Ferrocarriles Suburbanos de Málaga, que iba paralela a la costa desde casi la desembocadura del río Guadalhorce hasta Vélez.

Así que señores periodistas, dejénse de "muletillas" y no se repitan tanto con la dichosa cicatriz, que ha sido la ciudad que ha crecido sin control alrededor de la línea del tren, y al menos 100 años después de que se construyera.
Recuerdo cuando mi abuela me llevaba andando por el Camino de San Rafael y al llegar al cementerio cruzábamos un descampado, cruzábamos las vías del tren y pagábamos la letra del piso de mi tío Juan que había comprado en la cooperativa de Nuevo San Andrés.

Entonces no había tapia, los trenes pasaban ruidosos y echando humo negro de las primeras locomotras diesel, y yo cogía alguna "almendra" de carbón que había tiradas en la vía, con la consiguiente reprimenda por tiznarme las manos. No había paso elevado y a todo el mundo le parecía de lo más normal. Tampoco había quienes le tiraran piedras al tren, algunos ponían piedras o monedas en los raíles, para que el tren las aplastara y luego buscarlas. Salían despedidas y podrían haberles matado. Pero no ocurría nada, nos escondíamos bien y nos apartábamos con tiempo sobrado. El faro de la locomotora se veía desde que el tren arrancaba en la estación.

Hace poco estuve en el piso de unos parientes que viven al lado de las viviendas de los trabajadores de Intelhorce, en el Camino de Los Prados. Estábamos asomados al balcón cuando pasó un "ave" concretamente un "pato", y si no llego a estar asomado ni me doy cuenta. Apenas se oía un rumor lejano que, gracias a la velocidad, duró unos escasos segundos.

Probablemente en el 2100 algún periodista dirá que "la herida ferroviaria" de la línea de alta velocidad se sufre en la zona de Los Prados, cuando la estación de mercancías lleve 270 años allí. Si es que dura tanto.

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